En esta entrada nos hacemos eco de la noticia publicada el 12 de Mayo en el diario El País sobre una nueva investigación acerca de los efectos de las torres de alta tensión en el salud de las abejas.

Cuanto más cerca de una torre de alta tensión, menos flores. Y eso tiene que ver con las abejas, estresadas por el campo electromagnético de la torre. Es lo que ha observado un grupo de entomólogos chilenos que han llevado a cabo una serie de experimentos en campos de amapolas y en el laboratorio. Los científicos comprobaron que la exposición a los campos electromagnéticos alteraba la expresión de los genes de las abejas relacionados con el estrés y la conducta. El resultado fue que las plantas cercanas a las torres producían menos semillas, afectando a su supervivencia. Esto podría estar pasando a lo largo de todo el tendido y con otros insectos claves para la polinización.

La amapola de California (Eschscholzia californica) es una planta invasora originaria de esta región de Estados Unidos y México. Pero la belleza de sus flores naranjas la ha convertido en ornamental, y se cultiva en varias zonas de clima mediterráneo. También hay quienes le han encontrado un uso medicinal. La amapola necesita de las abejas para la polinización de sus flores. Estos insectos se ayudan de un sofisticado sistema de navegación apoyado en receptores magnéticos para encontrar los campos de flores y regresar a la colmena. Pero los campos electromagnéticos de las torres de alta tensión podrían estar interfiriendo en esta habilidad, cortocircuitando una interacción que es básica tanto en la naturaleza como para la agricultura.

Tras observar que la floración de las plantas era menor en torno a las torres de alta tensión, Marco Molina, director del Centro de Ecología Integrativa de la Universidad de Talca (Chile) y un grupo de investigadores chilenos y argentinos quisieron ver qué estaba pasando. Sospechaban que había una conexión entre la electricidad, las plantas y las abejas. Para investigarlo, se centraron en varios campos de amapola de California (naturalizada hace tiempo en tierras chilenas) en la localidad de Quinamávida. Para comparar el posible impacto de los campos electromagnéticos, localizaron varias torres de alta tensión, algunas de ellas fuera de uso. “Una de las complejidades experimentales es evaluar el efecto torre; es decir, cómo afecta la presencia de una estructura de metal con cientos de metros de cable a las visitas de los polinizadores”, destaca Molina. Por eso estudiaron la conducta de los insectos en zonas con torres activas e inactivas.

Según detallan en la revista científica Science Advances, midieron el alcance e intensidad del campo electromagnético en torno a las torres a diversas distancias (10, 25, 20 y 200 metros y más allá). Cerca de los postes inactivos, el campo electromagnético no llegaba a los 1,5 microteslas. Mientras, a 10 metros de una torre activa, la intensidad era de 9,47 microteslas, bajando a la mitad a los 50 metros y siendo inapreciable a partir de los 200 metros.

Las abejas usan el campo electromagnético terrestre en su navegación, así que existe la posibilidad de que los campos electromagnéticos artificiales interfieran con el natural. Para saberlo, analizaron abejas de la miel (Apis mellifera) que visitaban los distintos campos. Vieron que las que forrajeaban más cerca de las torres activas producían un exceso de una proteína llamada HsP-70. “Seleccionamos la HsP70 debido a que tiene un rol funcional ampliamente observado en insectos y que se activa frente a factores de estrés; por ende, actúa como un marcador molecular para una condición de estrés ambiental”, explica Molina. Este estrés se manifiesta a nivel fisiológico en un aumento de la temperatura y en alteraciones de la conducta del animal.

Para medir el alcance de estas alteraciones, los científicos llevaron a cabo una serie de experimentos en el laboratorio, exponiendo a varias abejas a un solenoide, una bobina que genera su propio campo electromagnético cuando pasa por ella una corriente eléctrica. Tras exponerlas a un campo de la misma intensidad que la medida cerca de las torres, estudiaron la expresión de 14 genes relacionados con el sistema inmunitario o la navegación. En 12 de ellos, observaron diferencias de expresión entre las abejas expuestas y las que no. En cuanto a la proteína HsP70, la expresión fue un 52% superior en las primeras que en las segundas.

La última parte de la investigación se centró en observar el impacto en la polinización. Las abejas van donde hay más flores, independientemente de que haya torres de alta tensión. Pero allí donde las había, la frecuencia de visitas a las flores más cercanas (a menos de 25 metros) fue un 308% menor que en los campos donde no había una torre activa. El porcentaje de reducción se limita a un 16% si las flores están a más de 200 metros de las torres en funcionamiento.

Puede leer la entrevista completa en:

https://elpais.com/ciencia/2023-05-12/los-campos-electromagneticos-de-las-torres-de-alta-tension-estresan-a-las-abejas.html

Hasta aquí la noticia. En mi opinión, es evidente que las torres de alta tensión están provocando síntomas de hipersensibilidad electromagnética en la salud de las abejas que se pueden medir con marcadores biológicos como por ejemplo las ya citadas proteínas de choque térmico hsp70, y que coinciden con investigaciones publicadas anteriormente en personas afectadas de electrosensibilidad.

Por ejemplo, en el año 2015 el oncólogo francés Dominique Belpomme y su equipo, publicaron en Reviews on  nvironmental Health los resultados de un estudio con 675 personas afectadas de hipersensibilidad  electromagnética, en las que pudo identificar una serie de marcadores entre los que destacan un aumento de la nitrotirosina en sangre (marcador de estrés oxidativo), histamina (indicador de respuesta inflamatoria), proteína S100B (marcador de daño cerebral y de apertura de la barrera hematoencefálica), las proteínas de choque térmico HSP70 and HSP27, proteína C reactiva de alta sensibilidad (marcador de riesgo cardiovascular y enfermedad neurodegenerativa), así como una disminución en la melatonina (indicador de alteraciones en el sueño), en la vitamina D (que se asocia con alteraciones en el sistemas nervioso central e inmune), y en el flujo sanguíneo cerebral (hipoperfusión en el area capsulo-talámica). Cabe agregar que se detectaron niveles elevados de histamina, proteína S100B, y/o nitrotirosina en el 70 a 80% aprox. de los afectados de electro-hipersensibilidad. En el resto de pacientes (20 a 30% de los casos) se pudo establecer el diagnóstico mediante las alteraciones registradas en el cerebro medidas con tomosfigmografía cerebral por ultrasonidos y con ecografía doppler transcraneal.